2. LA BARCELONA DE MICHELANGELO ANTONIONI

AUTOR: Eugeni Osácar

Michelangelo Antonioni, nacido en Ferrara en 1912 y muerto en Roma en el 2007, es considerado uno de los directores más grandes de la historia del cine. Director, guionista, montador, escritor y pintor, este hombre polifacético es reconocido como un autor de referencia del cine moderno. Los primeros años de la década de 1960 verán nacer cuatro de las películas más importantes de Antonioni: La aventura (1960), La noche (1961), El eclipse (1962) y El desierto rojo (1964). Esta última película fue la que le dio el primer reconocimiento internacional: el León de Oro al mejor film del Festival Internacional de Cine de Venecia.

Una vez consolidada su reputación internacional con la tetralogía italiana, firmó un contrato para rodar tres películas con la Metro Goldwyn Mayer (MGM) y con el productor italiano Carlo Ponti. Con ellos inicia una nueva etapa de proyectos internacionales, rodados en inglés y filmados fuera de Italia. La primera colaboración fue Blow-up (1966), sin duda el éxito comercial más importante de su carrera como director. Rodada en Londres, le dio también el reconocimiento del mundo del cine con la obtención de la Palma de Oro al mejor film del Festival de Cannes. La siguiente producción, Zabriskie Point (1970), una atípica road movie rodada en Estados Unidos, fue un verdadero fracaso, con importantes pérdidas económicas. La MGM mantuvo el contrato de tres películas con Antonioni, pero no con el guión que él tenía previsto. La alternativa aceptada por todas las partes fue una película que se estrenaría en 1975 en España con el título de El reportero, en el continente europeo como Professione: reporter (su título original en italiano), y en Estados Unidos y el Reino Unido como The passenger. Está coproducción fue filmada en inglés y rodada parcialmente en Barcelona. Además se utilizaron escenarios reales de Argelia, Londres, Munich, y poblaciones españolas como Almería, Málaga y la ciudad sevillana de Osuna. La película se basa en una idea original de Mark Peploe, hermano de Clare Peploe, colaboradora de Antonioni al final de la década de 1960 y después ella misma directora. A partir de esta idea, el guión lo desarrollaron conjuntamente Michelangelo Antonioni, Peter Wollen y el propio Mark Peploe.

Gracias a una trama bien construida, diálogos convincentes y una interpretación impecable, el director recuperó su prestigio. Además, tuvo la suerte que Jack Nicholson aceptase el papel protagonista. La estima a la película por parte de Nicholson fue tan alta que adquirió los derechos de distribución para todo el mundo. En 1994, el mismo Nicholson entregó a Antonioni el Oscar honorífico con las siguientes palabras: “A los espacios vacíos y callados del mundo, él ha encontrado metáforas que iluminan los lugares silenciosos de nuestros corazones, y ha encontrado también, en ellos, una belleza extraña y terrible, austera, elegante, enigmática y obsesiva”. The passenger explica la historia de David Locke (Jack Nicholson), un reportero de televisión que está realizando un documental en el África poscolonial. El azar lo lleva a encontrarse con un inglés de nombre Robertson (Charles Mulhevill) que se aloja en el mismo hotel. La inesperada muerte de Robertson en su habitación ofrece a Locke la oportunidad de iniciar una nueva vida, cambiándose la identidad con el traspasado. Deja África e inicia un nuevo viaje siguiendo las pistas del verdadero Robertson. Un viaje que lo llevará a diferentes ciudades europeas y a vivir experiencias que poco podía imaginar cuando decidió suplantar la identidad del misterioso personaje. Locke pronto descubrirá que Robertson era un traficante de armas en el inestable continente africano, donde los gobiernos y los dictadores se imponen y son derrocados por la fuerza.

 

En la película, Barcelona es el lugar elegido para desarrollar uno de los momentos claves de la trama. Es aquí donde Locke se encontrará con una enigmática mujer de la cual no se conocerá su nombre (Maria Schneider) y juntos dejaran la ciudad para continuar un viaje con desenlace imprevisto. Sin duda, la elección de Barcelona por parte de Antonioni parece clara, ya que su fascinación por Gaudí lo llevó a querer rodar en algunos de los edificios únicos del genio catalán. Estamos delante de un director que se interesa por la arquitectura, hasta el punto que tiende a menudo a estructurar sus imágenes como construcciones arquitectónicas. De las diversas localizaciones de Barcelona que aparecen en la película, destacaremos una por su relevancia en el relato fílmico, además de ser un espacio que hasta aquel momento no se había utilizado en ninguna producción internacional.

En la calle Nou de la Rambla, en concreto en el número 3-5 se encuentra el Palau Güell. Este palacio de aire orientalista, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1984, fue encargado por Eusebi Güell a Antoni Gaudí en 1880 para convertirse en su residencia familiar. En el 2011 se reabrió después de siete años de una profunda restauración. En la ficción, Antonioni plantea la secuencia como si quisiese invitarnos a visitar con él y Locke el palacio. Un plano muestra la fachada de líneas sugestivamente venecianas, mientras Locke cruza la calle y entra en el palacio. A partir del vestíbulo, sube por una escalera noble que le conduce a la auténtica joya de la corona de este espacio: el sorprendente, misterioso y telúrico salón de siete pisos de altura coronado por una cúpula parabólica en forma cónica. La cámara enfoca la cúpula, donde se puede ver una serie de pequeñas aperturas en forma de círculo que filtran una tenue luz indirecta que le da una apariencia de planetario. Es aquí donde Locke ve por primera vez en Barcelona a la chica misteriosa sin nombre, papel interpretado por Maria Schneider. Una conversación entre ellos, extraña y desconcertante, mezcla información sobre Gaudí, Güell y el palacio. La marcha sorprendente de ella, sin explicación, da por finalizada la secuencia y nuestra visita virtual.